Del apuro solo queda el cansancio, o lo más probable, la frustración. Un curso de idiomas es un sistema de aprendizaje que establece objetivos de manera consecutiva y progresiva para alcanzar el objetivo de aprender un idioma a determinado nivel.
Generalmente en los institutos de enseñanza está establecido que un curso o uno de los niveles tiene una duración específica, determinado número de horas semanales y mensuales, tiene un cronograma lógico y matemáticamente perfecto. Sin embargo, las realidades individuales varían mucho en tiempo, disposición, estilo de aprendizaje y muchas otras variables que pueden afectar por completo el curso perfecto y desencadenar una frustración. Hay otros institutos que, en el intento de ofrecer flexibilidad y adaptabilidad, brindan clases ilimitadas y en cualquier momento. Esta es otra arma de doble filo, un estudiante que no tenga constancia posiblemente termine con el mismo resultado.
Dicho esto, hablaré un poco de lo que la frustración desencadena en muchos casos. Algunos estudiantes terminarán por asumir la culpa total del fracaso y se calificarán a sí mismos con etiquetas muy negativas y se blindarán de excusas, otros simplemente calificarán de lo peor a las instituciones o a sus instructores. En resumen, la idea del tiempo, la búsqueda de la rapidez o la flexibilidad pueden terminar en terribles consecuencias.
Cuando de aprendizaje se trata, la velocidad es una variable que se debe aprender a controlar, no existe una fórmula mágica ni un profesor perfecto. Existen planes personalizados y ajustados a las realidades de cada individuo. Tienes que encontrar el balance, debes aprender a aprender, debes asesorarte y encontrar el ritmo que te permita avanzar constantemente hasta que logres tu objetivo.
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